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domingo, 31 de agosto de 2014

FIDELIDAD AL SER

El Maestro sufí Shams-e Tabñzi cuenta acerca de sí mismo la siguiente historia:
Desde que era niño se me había considerado un inadaptado. Nadie parecía entenderme. Mi propio padre me dijo en cierta ocasión: «No estás lo suficientemente loco como para encerrarte en un manicomio ni eres lo bastante introvertido como para meterte en un monasterio. No sé qué hacer contigo.»
Yo le respondí: «Una vez pusieron un huevo de pata a que lo incubara una gallina. Cuando rompió el cascarón, el patito se puso a caminar junto a la gallina madre, hasta que llegaron a un estanque. El patito se fue derecho al agua, mientras que la gallina se quedaba en la orilla cloqueando angustiadamente. Pues bien, querido padre, yo me he metido en el océano y he encontrado en él mi hogar. Pero tú no puedes echarme la culpa de haberte quedado en la orilla."

FUENTE: AUTOR ANONIMO

domingo, 24 de agosto de 2014

PLEGARIA DE UN HOMBRE PERDIDO

Un hombre se perdió en el desierto.
Un día les narraba la experiencia a sus amigos, les contó cómo, absolutamente desesperado, se había puesto de rodillas y había implorado la ayuda de Dios.

- «¿Y respondió Dios a tu plegaria?», le preguntaron.

- «¡Oh, no!  contestó el hombre  totalmente convencido.
Antes de que pudiera hacerlo, apareció un explorador y me indicó el camino».

FUENTE: AUTOR ANONIMO

jueves, 7 de agosto de 2014

EL VERDADERO MAESTRO

Un joven que buscaba un Maestro capaz de encauzarle por el camino de la santidad llegó a un ashram presidido por un guru que a pesar de gozar de una gran fama de santidad, era un farsante. Pero el alumno no lo sabía.
Antes de aceptarte como discípulo, dijo el guru, debo probar tu obediencia. Por este “ashram” fluye un río plagado de cocodrilos. Deseo que lo cruces a nado.
La fe del joven discípulo era tan grande que hizo exactamente lo que se le pedía: se dirigió al río y se introdujo en él gritando: Alabado sea el poder de mi guru, dijo el alumno y  ante el asombro del Maestro, el joven cruzó a nado hasta la otra orilla y regresó del mismo modo, sin sufrir el más mínimo daño.
Aquello convenció al guru de que era aún más santo de lo que había imaginado, de modo que decidió hacer a todos sus discípulos una demostración de su poder que acrecentara su fama de santidad. Se metió en el río gritando: «Alabado sea yo! ¡Alabado sea yo! y al instante llegaron los cocodrilos y lo devoraron.

AUTOR: ANONIMO